Conocí a Haruki Murakami por mi mamá, leí algunos de sus libros, unos mas largos y, por momentos, pesados, otros más dinámicos y entretenidos. Este es uno de esos, un fragmento de 'Kafka en la Orilla', el mejor, según mi criterio. Y los que me conocen, entenderán por qué.
Que lo disfruten.
"-Entonces, ¿cabe pensar que a Goma se la ha llevado una de esas personas de mente retorcida? -preguntó Nakata.
Mimí hizo una mueca combando sus grandes bigotes blancos.
Sí.
No me gusta pensarlo. No quiero ni imaginármelo, pero no podemos
excluir esa posibilidad. Señor Nakata, yo no he vivido muchos años, pero
he presenciado las escenas más horribles que imaginarse pueda. La
mayoría de personas piensan que los gatos son seres indolentes que se
pasan el día tendidos al sol, sin preocupaciones, pero nuestra vida no
es tan bucólica. Somos seres humildes, impotentes y frágiles. No tenemos
caparazón como las tortugas, ni alas como los pájaros. No podemos
ocultarnos bajo tierra como los topos, ni cambiar de color como los
camaleones. El mundo desconoce cuántos gatos son maltratados día tras
día y cuántos tienen una muerte miserable. Yo he tenido la suerte de ir a
parar al cálido hogar de los Tanabe, allí los niños me miman, no me
falta de nada, pero, no obstante, mi vida no siempre es fácil. Por eso
pienso que, para un gato callejero, la lucha por la supervivencia debe
de ser muy dura.
-Señorita Mimí, es usted muy inteligente -dijo Nakata admirado ante la elocuencia de la gata siamesa.
-¡Oh,
no! ¡Qué va! -dijo Mimí tímidamente entrecerrando los ojos-. Me he
vuelto así al pasarme el día en casa tumbada ante la tele. Es horrible
no acumular más que conocimientos superficiales. ¿Ve usted la
televisión, señor Nakata?
-No,
Nakata no ve la televisión. La gente que hay dentro habla demasiado
rápido y no puedo seguirlos. Nakata es un idiota y no sabe leer, y, si
no sabes leer, no puedes entender bien la televisión. Alguna que otra
vez, escucho la radio, pero también hablan demasiado deprisa y enseguida
me canso. A mí me divierte mucho más salir de casa y hablar con los
gatos bajo el cielo, como estoy haciendo ahora.
-iOh! ¿De veras? -preguntó Mimí.
-Sí -dijo Nakata.
-Ojalá no le haya pasado nada a Goma -dijo Mimí.
-Señorita Mimí. Voy a ir a ese solar a vigilar.
-Según
dice el chico este, es un hombre alto que lleva un extraño sombrero de
copa y unas botas altas de cuero. Anda muy rápido. Por lo visto tiene un
aspecto tan raro que es muy fácil reconocerlo. Los gatos que se reúnen
en el solar se dispersan a los cuatro vientos en cuanto lo ven. Pero
claro, los gatos recién llegados, que desconocen las circunstancias…
Nakata
grabó esa información en su cabeza. La guardó bien guardada en el
importante cajón de las cosas que no podía olvidar. Un hombre alto que
lleva un extraño sombrero de copa y unas botas altas de cuero.
-Espero haberle sido útil -dijo Mimí.
-Gracias
de todo corazón. Si usted no hubiera tenido la amabilidad de dirigirme
la palabra, yo aún seguiría dándole vueltas a lo de la caballa, incapaz
de avanzar un paso. Le estoy muy agradecido.
Me
da la impresión -dijo Mimí alzando los ojos hacia el rostro de Nakata y
frunciendo ligeramente el entrecejo- de que ese hombre es peligroso.
Pero que muy peligroso. Quizá más de lo que usted, señor Nakata, pueda
imaginarse. Yo, en su lugar, no me acercaría al descampado. Ya sé que es
usted un ser humano, que se trata de su trabajo y que no tiene más
remedio que ir, pero tenga muchísimo cuidado.
-Muchas gracias. Lo tendré.
-Señor
Nakata, este mundo es extremadamente violento. Y nadie puede escapar a
la violencia. No lo olvide. Por mucho cuidado con que se ande, nunca es
suficiente. Y esto es válido tanto para los gatos como para los hombres.
-Sí, lo tendré muy en cuenta -dijo Nakata.
Pero
en qué diablos consistía la violencia de este mundo y dónde estaba,
Nakata no acababa de entenderlo. Porque había muchas cosas en este mundo
que Nakata no entendía, y entre ellas se incluía todo lo relacionado
con la violencia."